Descripción
Chocolate y ayuno
Introducido en los conventos y en el pueblo fiel el uso y el abuso del chocolate, una gran duda vino a nacer entre los padres de la Iglesia: ¿rompe o no rompe el ayuno tan delicioso manjar?
A responder a tan apasionante (¡quién lo diría!) cuestión dedicaron sus esfuerzos muchos moralistas desde el siglo XVII hasta prácticamente bien entrado el siglo XIX. Tal es el caso, por ejemplo, de Antonio de León Pinelo, cronista de Indias y relator del Supremo Consejo de Indias, que en 1636 publicó un opúsculo titulado Questión Moral si el Chocolate quebranta el Ayuno Eclesiástico; o el del P. Tomás Hurtado (1570-1649), que en 1642 terció en la discusión casuística Sobre si el chocolate quebranta el ayuno de la Iglesia, invocando doctrinas de Plinio, Aristóteles, Galeno, San Agustín y Santo Tomás que, como es de suponer, no habían tenido noticia sobre tal bebida.
La opinión eclesial, redactada en los finales del siglo XIX, dice que si se toma «comido en onzas (duro), sí quebranta el ayuno; pero si se consume disuelto en agua, más bien ralo, y como bebida (es decir, sin ánimo de alimento), entonces no existe culpa ni pecado alguno». Bien es verdad que los moralistas daban otra solución: ¡falsificarlo! «como lo hacen los vendedores con una mezcla de harina de habas, de garbanzos o de otras sustancias». ¡Qué cosas!